Y hemos tenido la suerte de comulgar en el cáliz que Pepe tantos años uso para consagrar el vino y que hoy sigue haciéndolo su digno heredero nuestro querido Marcelino.
Ha sido un celebración eucarística preciosa en la que una vez más hemos sentido que Pepe estaba allí presente, disfrutando de sus jóvenes, que hoy peinan canas, y seguro que regocijándose al ver que después de tantos años volvemos a reunirnos y reina entre nosotros la misma armonía de siempre.
Gracias Pepe por habernos enseñado que verdaderamente la palabras de Jesús se hacen realidad y que cuando dos o más se reunen en Su Nombre, allí está El.
Hoy Jesús se ha hecho presente entre nosotros y el vino se ha convertido en Su sangre en ese cáliz que sus manos santas tantas veces elevaron al cielo en el misterio de la transustanciación.
Gracias Señor por habernos permitido compartir este día.
Gracias Señor por habernos permitido compartir este día.

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